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Submenú de Anita Fresno:

Testimonios

Publicado en Puro Chile– La memoria del pueblo. Ahí se reproduce documento preparado por Anita. No se ha identificado fecha.

Ana María Fresno
79 años. Esposa de Bernardo Leighton. Ambos sufrieron un atentado, pero salvaron su vida.

Nosotros pensamos que no era necesario dar un golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, aunque hubo mucha gente de nuestro partido que sí lo apoyó. Hoy día se echan las manos a la cabeza y admiten que erraron. Los militares se inventaron que en el país había marxistas armados. Denunciaron una guerra interna y actuaron con una violencia inusitada.

La situación de Bernardo era muy delicada después de firmar el 13 de septiembre de 1973 un manifiesto condenando el golpe. Aceptamos una invitación de la Democracia Cristiana italiana y abandonamos Chile el 3 de febrero de 1974. Nunca hice un viaje con tanta pena. En septiembre nos comunicaron que Bernardo no podía regresar a Chile. Era el inicio del exilio. Pinochet dijo que era un mal chileno.

El 7 de octubre de 1975 regresábamos a nuestra casa en Roma por una calle oscura. Me fijé que la bombilla de una farola que siempre alumbraba el portal de la vivienda estaba rota. Sentí dos disparos por la espalda y caí de bruces. Estaba paralizada. Empecé a gritar; vi a mi marido en el suelo inmóvil. Llegaron varios vecinos. Todo el mundo clamaba contra Pinochet. Llegaron periodistas: ‘No sé por qué ocurrió, pero los perdono’, fue lo primero que dije. Bernardo tardó varios meses en recuperar el habla y perdió la audición de un oído. Yo pasé una larga temporada en una cama sin poder moverme. Hoy todavía tengo fuertes dolores. En 1978 regresamos a Chile.

El Gobierno chileno recibió fuertes presiones internacionales para permitir nuestro regreso. Había miles de personas en el aeropuerto, pero fuimos sacados, bajo fuertes medidas de seguridad, por otra puerta. El juicio se celebró en Italia. Yo no quise ir. Mi marido ya había muerto. El autor material fue un italiano. El autor intelectual fue Manuel Contreras, director de la DINA. Fue condenado a 20 años de prisión.

Es una aberración que Pinochet sea senador vitalicio. Siempre habló con sarcasmo de ‘los señores políticos’. Yo los he perdonado. Pero perdón no significa olvido ni levantamiento del castigo. Ellos son culpables”.

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Anita Fresno y Bernardo Leighton. Una pareja que volvió de la muerte
Publicado por: cada7wm 5 – diciembre – 2010

Revista COSAS 14 noviembre 1985

Los desgarradores recuerdos de esa tarde, en Roma, cuando las balas la dejaron a ella sin movimiento y a él sin conocimiento… y las primeras opiniones políticas del ex Vicepresidente de la República. Sus sueños para Chile..

El retorno de Bernardo Leighton, ex Vicepresidente de la República, y su esposa a expresarse públicamente partió con esta entrevista de la revista Cosas aparecido el 14 de noviembre de 1985. Él con la carga de haber sido el ministro más joven, el ‘amigo’ de los presidentes, el “hermano”, como lo apodaban por su espíritu fraternal:

“Están de nuevo aquí, en la misma casa de antaño. Después de diez años, este reencuentro con los muros, los rosales, la reja del jardín, los tantos libros, las tantas fotos… Es como si no hubieran ido nunca, como si no les hubiera pasado nada.

Pero lo cierto, es que les pasó casi todo. Conocieron la pena profunda de vivir despatriados. Ella tiene que caminar con bastones. Y a él los recuerdos se le ponen esquivos.

Sin embargo, pese a todo. Anita Fresno conserva la sonrisa dulce y una paz radiante, esa paz profunda de los que conocen bien la gratitud y el perdón. Y él, una gran sabiduría. Ella acaba de ..publicar sus memorias (‘Hechos que agradecer hechos que perdonar’) que no son más que las memorias de los dos, que han compartido cuarenta y cinco años, que se conocen también y se quieren tanto.

Bernardo Leighton llega trayendo la historia a sus espaldas. El ministro más joven que ha habido en Chile (juró en Educación, ante el Presidente Arturo Alessandri, cuando apenas tenía veintisiete años, hace medio siglo, días más, días menos); fue Vicepresidente de la República, en el gobierno democratacristiano (pero no hay ninguna foto de él con banda, porque no quiso sacársela: sólo conserva las bandas que le regalaron en Los Angeles y Nacimiento, los escenarios de su infancia).

Fue diputado (elegido con la más alta mayoría por Santiago, la última vez, en 1973) y, estando en la oposición o en el gobierno, entraba igual por una puertas que había en la Moneda -Morandé 80- y que fue clausurada después de 1973. Muchos añoran esas puertas, como un símbolo de diálogo.

Leighton, entre ellos ‘el hermano Bernardo’, como le puso Ricardo Boizard -según refiere- título honorífico, para siempre.

‘Me tocó ser amigo de los Presidentes’ dice.
‘Al final, todos somos hermanos’, y sonríe.

El ‘hermano Bernardo’ camina despacito, como incorpóreo: parece que la ropa le fuera ajena -los pantalones con remiendo, la camisa grande- y esa expresión de niño y de anciano que se le funde en el rostro. Escuchando a esta pareja de resucitados, mirándolos cómo se quieren y pensando en las balas y el charco de sangre en Roma, se siente la emoción de estar contemplando un milagro de verdad. La misma Democracia

Ellos partieron en febrero de 1974, invitados a Europa.

-Y un día -dice Leighton- cuando estábamos en la misa por Aldo Moro, nos enteramos de que no nos dejaban volver a Chile.

Ella, una sombra luminosa a su lado, agrega despacito:

-No dejaban volver a Bernardo. Para mí era igual que no me dejaran volver, tampoco.

-¿Y qué delito había cometido usted, don Bernardo, como para merecer el exilio?
-Ninguno

-Pero algo tiene que haber dicho contra el Gobierno…
-Yo fui a dar conferencia y varias veces hablé, en general, de la historia de la Democracia Cristiana, de su actitud frente al golpe, de cómo era la democracia chilena hasta septiembre de 1973.

-Pero Bernardo nunca habló contra nadie de Chile -dice Anita-.

Llegaba solamente hasta la Junta de Gobierno.

-Del señor Pinochet nunca me gustó hablar -Añade él.

-Pero la Democracia Cristiana, al comienzo estuvo a favor de la intervención militar, ¿verdad?
-Yo no. El golpe fue el 11, el 12 hubo toque de queda y nadie pudo salir a la calle; el 14 nos reunimos un grupo de dieciséis parlamentarios de mi partido y firmamos una declaración condenando el golpe, aunque no estábamos a favor del gobierno depuesto. Nosotros habíamos estado en la oposición a Allende. Nuestra declaración no fue difundida entonces en Chile, aunque algunos corresponsales la enviaron al exterior.

-Usted fue contrario al primer gobierno de Ibáñez, ¿cómo califica, ahora, con la perspectiva del tiempo, ese período?
-Fue una dictadura presidencial.

-Y este gobierno, ¿cómo lo define?
-Ah- se le ríen los ojos -habría mucho que hablar… Pero el propio señor Pinochet reconoce que su gobierno es una dictadura. Una dictablanda ha dicho.

-¿Más o menos fuerte que el de Ibáñez?
-Es un poco diferente éste de la otra -esquiva la respuesta.

-¿Diría que se está abriendo…?
-No sé, pero creo que hay elementos de gobierno que quieren rectificaciones para volver a una institucionalidad democrática.

-¿Usted cree que Chile volverá a la misma democracia del pasado?
-Sí, a la misma democracia en cuanto a sus fundamentos, sus bases esenciales, pero con modificaciones, muchas de las cuales son necesarias.

-¿Le parece que el Gobierno busca seriamente el retorno a la democracia?
-No veo que el Gobierno esté buscando nada respecto a la vuelta a la democracia… No se ve que esté dispuesto a responder positivamente al Acuerdo Nacional que ha sido firmado por tanto representante del pensamiento político, intelectual y social del país. Yo tengo mucha fe en ese documento alcanzado a iniciativa del señor Cardenal.

Casi sin advertirlo, Bernardo Leighton va rompiendo su largo silencio. Anita lo mira y lo escucha, con respeto.

-Se destacan puntos de desentendimiento y francos desacuerdos entre los distintos sectores políticos que suscribieron el Acuerdo… ¿Cómo lo ve usted?
-No veo problemas insalvables entre ellos.

-¿Cree posible un acuerdo real y perdurable entre sectores ideológicos tan distantes, como son la derecha, simbolizada por Francisco Bulnes, y la izquierda, expresada a través de Carlos Briones?
-Sí. Pueden llegar perfectamente a concordancia porque están unidos por el mismo deseo de lograr una democracia para Chile. En política se puede lograr concordancia sin necesidad de pasarse firmando acuerdos. Por lo demás, no es un pacto de gobierno el que han logrado. Somos muchos los chilenos que queremos lo mismo…

-¿A quiénes dejaría fuera del Acuerdo?
-Ojalá, a nadie.

-Y, ¿a los que están en los extremos?
-Siempre ha habido extremistas en la política chilena,. Pero son los menos y no por ellos se va a dejar a un lado lo que quiere la inmensa mayoría.

-Concretamente, ¿cree con el Partido Comunista también se puede…?
-Sin ningún problema. Ha pasado tantas veces. Se puede concordar con los comunistas, pero no se puede llegar a un pacto con ellos.

-¿Concordar con ellos, aunque acepten la violencia en la lucha política?
-No -replica, rotundamente-. Si aceptan la vía violenta no hay ninguna posibilidad de concordar con el Partido Comunista. A todos los que sean partidarios de la violencia, para actuar en la vida política, los dejo totalmente al margen.

LAS BALAS EN ROMA

Aunque hay tanto que hablar de ahora y del futuro, resulta imposible eludir el doloroso tema del atentado criminal que sufrieron en Roma, cuando estaban exiliados.

Le pregunto a don Bernardo qué recuerda del momento en que fueron heridos de muerte y él contesta:

-De eso, que hable la Anita. yo perdí el conocimiento instantáneamente, así que no me alcancé a dar cuenta de nada. Nos dispararon por la espalda y a mí la bala me entró por la cabeza…

-Sí -dice ella-. Bernardo perdió el conocimiento y yo perdí el movimiento.

Entonces, la mirada transparente de Anita Fresno de Leighton se ensombrece, como si el tiempo hubiera retrocedido… Y habla muy bajito. Cuenta que durante mucho tiempo no podía referirse a ese episodio. ‘me dolía tanto sólo recordarlo… Pero el tiempo va curando las heridas’. Y entrega su testimonio , sin dramatizar, con una sencillez extraordinaria, quedamente, mientras él la escucha casi sin pestañear, como si fuera la primera vez que escucha esa historia terrible que vivieron -y casi murieron- los dos.

Ibamos llegando al edificio de departamento donde vivíamos, en la vía Aurelia, a una cuadra de la Plaza de San Pedro. Es un calle antigua, de adoquines, con tránsito doble, con bastante tránsito de buses y automóviles…

Ibamos caminando por un lado en que no hay vereda. Eran las 8:20… La reja del edificio se cerraba a las 8. Me llamó la atención un hombre que atravesó la calle en diagonal, pese al intenso tránsito. Lo vi cruzar la calle… Parece que andaba con botas, porque sentí el taconeo sobre los adoquines… Después, sentí los disparos.

Nos disparó por la espalda… no sé si fueron dos disparos o más, a un par de metros de distancia… Es claro que trató de matarnos a los dos, puesto que disparó tan cerca contra él y contra mí.

´Caí al suelo, de bruces, con la columna rota.

Me dañó tres vértebras… Yo no perdí el conocimiento en ningún momento. Tenía la sensación de que mi cuerpo era un saco. Hice un gran esfuerzo para moverme, pero no podía y pensaba: no puedo quedarme así. Haciendo un esfuerzo sobrehumano logré darme vuelta y vi, con horror y espanto, que Bernardo estaba en el suelo, ensangrentado, inmóvil… La sangre de él y la mía se juntaban en un solo charco y corrían juntas por el declive de la calle.

‘Estábamos detrás de un automóvil detenido _ prosigue ella y hay un silencio profundo en ese living sencillo lleno de recuerdos, mientras él la sigue mirando, callado-. Sentí que no tenía muchas fuerzas para llamar… Luego empecé a pedir socorro en italiano…

-¿Pensó que don Bernardo estaba muerto?
-Yo presentía que él estaba vivo. Y lo único que rogaba era, Dios mío sálvalo, ayúdalo a él. Entonces oí algunas voces. Llegó el portero del edificio, se comenzó a juntar mucha gente. Había una confusión horrible. Todos gritaban y hacían imprecaciones. Yo rogaba que se quedaran callados, que no siguieran con esas imprecaciones atroces, y pensaba en la impresión horrible que iba a tener Guillermo -se refiere al sobrino que han criado y querido como a un hijo- cuando llegara y nos encontraba botados en el suelo. No quería que Guillermo viera ni oyera eso…

‘Tres veces repetí que perdonaba al que lo había hecho, que por Dios no siguieran gritando… que no era el momento de juzgar, sino de rezar, que yo lo perdonaba… En eso, llegó una ambulancia. No sabían a cuál de los dos llevar. Yo les pedí que llevaran a Bernardo. A mí me llevaron un rato después a Pronto Socorro, la posta de urgencia.

Anita recuerda vívidamente la llegada a la posta, la multitud de periodista y de flashes fotográficos, el encuentro con el sacerdote chileno Juan Vicente González y sus oraciones por Bernardo.

-¿Quién puede haberlos odiado tanto como para quererlos muertos?
-No sabemos.

-Se ha dicho que en ese atentado también participó Michael Townley…
-Eso se ha ..publicado allá. No lo sabemos. Lo único que nos dijo la policía, poco después, es que los supuestos implicados se habían ido de la ciudad ese mismo día.
Y que nos habían tenido muy vigilados. Ha habido personas detenidas, nosotros ni siquiera pusimos abogado.

-¿Por qué, creen ustedes, Dios quiso salvarlos?
-Sólo Dios lo sabe… Después de eso recibimos tanta solidaridad, tanto cariño. De todas partes…

-Después de haber sufrido esa experiencia tan terrible, ¿siente miedo?
-No -se miran ambos y sonríen-. Si estuviéramos pensando todo el tiempo en eso, no haríamos nada.

SOÑANDO DESPIERTO

-¿Sueñan ustedes?
-Yo, nunca -contesta Anita, que otra vez está como bañada de luz.
-Lo que es yo- comenta don Bernardo- creo que habré dejado de soñar dos noches en toda mi vida…

-¿Qué sueña?
-A veces tengo sueños gratos. A Dios gracias, la mayoría de las veces sueño cosas normales… Cosas del pasado, del presente, cosas de mi imaginación. A veces, también tengo sueños feos…

-¿Pesadillas con el atentado?
-No. Nunca. Gracias a Dios.

-Y de política, ¿sueña?
-De política sueño dormido y despierto -contesta disfrutando su salida con regocijo-. Pero -agrega cazurramente- yo no soy un político, me considero un politiquero. De político… sólo soy tío político- y vuelve a reír como antes, con los ojos salpicados de chispas pícaras.

-¿Qué sueño tiene para Chile?
-Mucho. Que volvamos a la democracia. Que se produzca un gran acuerdo.

-¿Cómo podría realizar ese sueño?
-Conversando- contesta de inmediato el antiguo visitante de Morandé 80-. Lo más conveniente para el país sería que se conversara entre oposición y gobierno, pero que se conversara en forma amplia, para que se viera la manera de dar los pasos que lleven no a la salida del señor Pinochet, sino a que pronto tengamos un Parlamento.

-¿Un Parlamento elegido o designado?
-Un parlamento elegido en buena forma.

-¿Con mucha ..publicidad…?
-Con mucha seguridad.

-¿Qué virtud le atribuye a un Parlamento…?
-Con un Parlamento se iniciaría la restauración Democrática. Eso es lo que propone el ‘Acuerdo’ y en eso coinciden muchos, incluso partidarios del Gobierno -como Julio Durán- aunque él dice que ese Parlamento debiera ser designado. Otros pasos hacia la normalidad serían municipios con autoridades elegidas, que se continuara avanzando en las universidades.

-¿Cree que un gobierno autoritario y un Parlamento elegido pueden coexistir?
-Si, Siempre que el Parlamento tuviera las facultades que le concede la propia Constitución.

-¿Sobreviviría el Gobierno?
-Yo creo que sí.

LA TRADICIÓN CHILENA


-Usted, que fue uno de los fundadores de la Falange Nacional, ¿qué responde cuando se le dice que la responsabilidad de la Unidad Popular corresponde a la Democracia Cristiana?
-Eso es muy injusto.

-Se dice que le abonó el camino a la ‘revolución socialista’ y se la culpa por haber votado en el Congreso Pleno a favor de Allende…
-La tradición chilena era que el Parlamento escogiera a quien ganaba la primera mayoría.

-¿Sólo por eso votaron por Allende?
-Habría sido constitucional votar por el segundo, pero, francamente, teníamos más coincidencias con el programa de Allende que con el de Jorge Alessandri. Si bien no había inconveniente constitucional ni moral en votar por Alessandri, era más lógico votar a favor de aquel en quien teníamos más puntos de contacto.

-¿Usted piensa que Allende era un demócrata?
-¡Totalmente! Nunca pudo existir una duda al respecto.

-Y el gobierno de Allende, ¿fue tan democrático?
-Fue democrático, pero cometió errores que nosotros mismos condenamos en su oportunidad. No es cierto -como se ha dicho- que el Parlamento declaró inconstitucional la presidencia de Salvador, pero si criticamos muchas actuaciones, sobre todo de varios de sus ministros. Hubo actuaciones equivocadas, más allá de lo legítimo, pero estoy convencido de que era posible rectificar.

-¿Qué había una salida política en 1973?
-Si. Eso creo. Y la salida política estaba muy cerca de producirse. Cuando terminó su gobierno, Salvador estaba a punto de llamar a plebiscito para que la ciudadanía decidiera respecto al problema constitucional que había pendiente y que se refería a la promulgación del proyecto de las tres áreas de la economía. Al llamar a plebiscito -y era su obligación constitucional hacerlo- lo más probable es que lo hubiera perdido y, por lo tanto, lo más probable es que hubiera renunciado a su cargo.

-¿Cree que los partidos de la Unidad Popular lo hubieran dejado renunciar?
-Sí. Aunque sectores del Partido Socialista- que ahora están muy críticos de su propia actuación- eran muy contrarios a la decisión que Allende tenía tomada… Por eso soy partidario de buscar maneras razonables, serenas, de encontrar salidas políticas sin darle tanta importancia al hecho de que sean más rápidas o menos rápidas.

-Algunos quieren ‘democracia ahora’. ¿Qué piensa usted, con toda su experiencia política: creee que sería conveniente una vuelta brusca a la democracia?
-Una vuelta brusca a la democracia sería peligrosa. Además, no veo cómo podría ser. El regreso a la democracia tiene que ser un proceso lento, aunque no tan lento como para no volver nunca, como quisieran algunos… En Argentina demoraron dos o tres años en alcanzar los acuerdos antes de llegar a la normalidad democrática.

-¿Qué les aconsejaría a los que están más impacientes y encuentran que es demasiado esperar hasta 1989?
-Cuando ya se han esperado trece años -por que vamos en el número trece, pues- no parece tan terrible esperar tres más. Muchos creyeron que el periodo de la restauración iba a ser breve. Yo, personalmente, no lo pensé jamás. Recuerdo que entonces comenté que para un hombre de 63 años, como era yo en 1973, seria prácticamente todo mi tiempo… Y ya ve usted.

-¿Así que porque van trece hay que esperar…?
-Pinochet tiene un periodo marcado. Yo no hago cuestión de eso. Hay cosas de las cuales es mejor ni hablar.

-Si tuviera la oportunidad. ¿qué le diría?
-Tantas cosas. Tendría que pensarlo mucho- y otras vez, cazurro- porque yo no hice ni la guardia así que no se cómo le habla un político a un general… En todo caso, le diría que cumpla lo que él mismo prometió: que haga la transición para restaurar la democracia en el menor plazo posible“.

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Información disponible en el sitio ARCHIVO CHILE, Web del Centro Estudios “Miguel Enríquez”, CEME.