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Submenú de Anita Fresno:

Homenajes

 

Junio de 2011

Anita Fresno de Leighton
Perdón para lo imperdonable

Silencio, un largo silencio respetuoso…Eso es lo que me produjo la lectura del libro “ Recuerdos. ..Afectos que agradecemos. Hechos que perdonamos”. de Anita Fresno de Leighton. Mujer de profunda fe, que amó a su esposo Bernardo a lo largo de toda su vida, y de modo decidido apoyó constantemente su actividad de hombre público sin hacer ostentación de ello. Lo admiraba, y siendo la admiración parte fundamental del amor nunca pudo comprender por qué a su esposo, que según su parecer sólo había ido por la vida haciendo el bien, se le exiliará de su país, este Chile que tanto amaba y al que había dedicado su vida entera. Ella fue siempre su más ferviente defensora, su amiga y compañera incondicional. Su escudo en aquel atentado el 6 de octubre de 1975 en Roma, mientras vivían el exilio en forma casi monacal, apenas con lo indispensable. Al dolor desgarrador de haber sido expulsados de su patria, sumaron los dolores físicos, que en el caso de Anita fueron sólo soportables por el enorme cariño de tanta gente que la rodeó en esos difíciles momentos y porque más que pensar en sí misma, en una muestra de generosidad sin límites, su preocupación fundamental era la salud de su querido Bernardo, a quien ella en el momento del atentado protegió con su cuerpo recibiendo el impacto de la bala en su columna vertebral.

Muchos nombres importantes se deslizan por la memoria de Anita: insignes cardenales, obispos de renombre, personalidades políticas nacionales e internacionales, presidentes y ex presidentes del mundo entero. Todos ellos los fueron a visitar en su humilde morada y a expresarles su respeto y afecto. Y también su admiración por la forma en que enfrentaban la adversidad. La devoción de Anita por la Santísima Virgen, su asistencia obligada a misa, su capacidad de oración constante, la presencia de Dios en su vida cotidiana, hacía de ella una persona, cálida, acogedora, sencilla y por sobre todo, agradecida, incluso del dolor del cuerpo y del alma, que marcaron su historia y que lejos de victimizarla, redoblaron su valor para renacer y volver a caminar prodigando perdón y paz en cada uno de sus pasos.

Pero su recuerdos también están poblados de rostros anónimos, gentes sencillas, monjas, funcionarios de hospitales públicos, vecinos romanos, chilenos desconocidos, integrantes de partidos políticos de todos los colores, sacerdotes sin rango, para todos ellos manifiesta el mismo afecto y agradecimiento que para los insignes personajes y les atendió en su modesta vivienda italiana del mismo modo: con esa delicadeza y elegancia que posee la sencillez y la modestia como cosa natural. Ella era así, sin poses ni artificios y no necesitaba de luces ni boatos para brillar como las luciérnagas en nuestros bosques chilenos.

Anita fue con Bernardo sólo uno o una, una unidad, pero también fue ella con su individualidad, la mujer fuerte y frágil, suave y enérgica, serena y decidida. ¿Pudo el Hermano Bernardo haber sido lo que fue sin Anita a su lado?. Quizás sí, pero lo que conocemos de él y su legado, fue con ella como pilar fundamental en su vida privada y pública y hasta que la muerte los separó. Y después también, pues ella durante los años que lo sobrevivió se dedicó, a pesar de sus múltiples dolencias de las que nunca se recuperó del todo, a difundir la obra de Bernardo Leighton en cada oportunidad que tuvo.

Anita, viajó a Italia con su esposo, voluntariamente el 3 de febrero de 1974 por una invitación de la Democracia Cristiana italiana y pudieron regresar a Chile, en junio de 1978 después del exilio que se le impuso a Bernardo Leighton en Octubre de 1974. Ella volvió tambaleante apoyada en sus bastones pero erguida y digna, aprendiendo de nuevo a caminar, y habiéndolo perdonado todo, aun lo imperdonable. En Italia dejó amigas, amigos, pero también dejó su sangre en una vereda romana como testimonio de la maldad y la sinrazón humanas unidas a la expresión de máxima bondad y espiritualidad de dos personas que apoyadas en su fe, ofrendaron este sacrificio por su país sin odio ni sed de venganza. En el momento del atentado Anita rezaba. Y la fuerza de la oración la sostuvo con vida, milagrosamente para muchos.

Anita, hija de Carlos Fresno y Sara Ovalle, no tuvo hijos propios, pero crio sobrinos, en particular a Guillermo, a quien amaba como a un hijo. Mientras Bernardo Leighton fue Ministro de Estado y luego parlamentario de la República, ella desarrolló una intensa labor social en Centros de Madres de Santiago y otras ciudades del país, destacando siempre por su sobriedad y nulo afán de reconocimiento. Siempre discreta, prudente y sencilla.

Anita Fresno de Leighton, una mujer sabia, que amó a su esposo en tiempos de gloria y en la adversidad más extrema sin abdicar ni por un momento, sin perder la esperanza y sin dejar de agradecer el gesto más sencillo como si fuera el más fino de los regalos. No obstante, lo que a Anita Fresno llena de luz y la hace inolvidable, no es haber sido la esposa de Benardo Leihgton, sino que haber puesto al servicio de una vida juntos, sus propios proyectos y anhelos, sus múltiples capacidades personales, su reconocida inteligencia y vasta cultura, de un modo natural, sin estridencias, generosamente en el amor común, aquel que se prodigaban mutuamente y en el amor compartido con el prójimo más vulnerable y necesitado.

Así como crece la yerbabuena en los campos de Chile, así creció Anita en el alma de quienes la conocieron, sabiendo siempre donde estaba lo esencial y cubriendo con su perdón las heridas de esta patria suya que tanto amó.

Anita, así la recuerdo entre sus propios recuerdos, con el afecto inalterable y la inmensa gratitud de quien tuvo el honor de ser su amigo.

Dr. Enrique Cancec Iturra

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Marzo de 2011

Palabras de nuestra Presidenta en la Misa de despedida a nuestra recordada Anita Fresno vda. de Leighton.

ANITA FRESNO de LEIGHTON

Anita Fresno fue socia fundadora de la Corporación Educacional Bernardo Leighton Guzmán, en cuyo nombre me permito dirigir unas palabras.

Hablar de Anita Fresno no es fácil. Vienen a la mente una serie de imágenes, recuerdos, etapas compartidas que hablan de una extraordinaria mujer: íntegra, noble, fuerte, acogedora, profundamente cristiana, de gran mística que se reflejaba en su manera de ser.

Hablar de Anita Fresno es unir su persona e imagen a la figura de nuestro querido Bernardo Leighton y es, a través de la unión de ambos, de este matrimonio, donde hemos podido apreciar la profunda dimensión que esta unión reflejaba, esas personas excepcionales a quienes pudimos llamar amigos.

El gran amor que les unió, los llevó a enfrentar situaciones que quizás muchos de nosotros, ni siquiera remotamente habríamos podido imaginar, en especial frente al cobarde y siniestro atentado de que fueron objeto durante su exilio en Italia, al que ellos respondieron con una capacidad inmensa de perdón.

El amor fue el principal motor que les sirvió de guía en su vida, en su día a día, como también en los grandes desafíos que, como líderes políticos y sociales, estuvieron dispuestos a aceptar y jugarse por ellos, por Chile.

Anita fue una destacada militante y dirigente de la Democracia Cristiana; participó activamente en las campañas presidencial y parlamentarias, en el gran Congreso de la Mujer Chilena, el que congregó a mujeres de todo el país.

Comprendió y respaldó la vocación política de su marido. Cuesta pensar el legado de Leighton, sin recordar la presencia de Anita.

Ambos unidos en el amor, unidos en sueños de país, es como les conocimos y somos testigos de lo que nos dejan como enseñanza y nos abren puertas a nuevos sueños, rescatando valores y consecuencia.

Anita Fresno fue, simplemente, una mujer excepcional.

Anita querida, descansa en paz.-

Wilna Saavedra, Parroquia Santa Elena, Martes 22 de marzo, 2011.-

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Palabras de despedida de P. Cristián Precht Bañados

EN LA PASCUA DE ANITA FRESNO DE LEIGHTON

A los 96 años de edad, después de una larga enfermedad y no pocos padecimientos, se cerraron para este mundo los ojos de Anita Fresno de Leighton. Y, al volver a abrirlos, con la luz del Señor brillando en su mirada, habrá podido ver a su amado Bernardo y empezará a comprender lo incomprensible, lo que los dos siempre perdonaron…

Gracias Guillermo, gracias Bernardita, por acoger a Anita en todo momento, especialmente en los últimos años de su vida. Y gracias a sus “nietos”, Florencia y Martín, que tuvieron el gozo de pasar los últimos momentos con ella, plenamente conciente, en aquella mañana en que pasó a buscarla el Señor.

1. Una pareja de bienaventurados
Anita ha sido una mujer de carácter y de profundas convicciones sociales y religiosas. Sabía lo que quería y lo procuraba con decisión. Podía tratarse de la vida doméstica, de un centro de madres o de las altas responsabilidades de Don Bernardo. Ella siempre estaba, y estaba activamente, expresando su pensamiento y poniendo todo de su parte para lograr lo que buscaba.
Anita pertenece a una generación de ideales muy nobles, que empeñó su vida, no sólo sus palabras, en lograr mayor justicia social para los pobres y una vida más digna para todos. Ni ella ni Don Bernardo trabajaron para sí mismos. No había codicia en su corazón. Muy por el contrario, dejando que en ellos las Bienaventuranzas se hicieran estilo de vida, vivieron sobriamente, incluso pobremente, sufriendo en carne propia los versos del Evangelio:

“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra;
bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios;
bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

En muchos sentidos Anita fue el cable a tierra de Don Bernardo, el Hermano Bernardo, reconocido por amigos y adversarios, como un hombre bondadoso, de baja estatura, que hoy brilla entre los grandes de Chile: por sus convicciones, por su testimonio, por la calidad indiscutible de su vida. Y junto a él siempre estuvo Anita, desde el día en que se conocieron hasta su último suspiro.

No fue fácil la vida de Anita. Sin embargo, la vivió con serenidad y entereza, y con ese brillo en su mirada de profundos ojos verdes.
Yo la conocí más de cerca, a ella y Don Bernardo, a su regreso de Italia pues nació una amistad muy entrañable entre ellos y mis padres. Y Anita junto a mi madre, y a un grupo notable de señoras, formaron una comunidad cristiana de base en que se reunieron los miércoles, hasta que la vida se los permitió, a comentar el Evangelio y los hechos de la vida, para endilgar sus pasos según la enseñanza de Jesús. Todas ellas, incluso con su edad avanzada, no dejaban de preocuparse por los más pobres, los ancianos (que solían ser más jóvenes que ellas), ni de bregar por la justicia, la democracia, la libertad. ¡ Qué honor conocerlas ! ¡ Qué privilegio escucharlas !

Y si me permiten una infidencia litúrgica, no conozco Misas más participadas que la de esas santas mujeres, sobre todo cuando llegaba el capellán favorito que era el Padre José Aldunate sj. Cuando la luz era tenue y los ojos debilitados del P. Pepe no lograban leer bien los textos de la Misa… ellas se ofrecían solícitas para leer las partes del Misal, incluso algunas que le corresponden al sacerdote. Doy testimonio que siempre consagró Don Pepe… y me encanta pensar en esa comunidad de base que, superando los liturgismos estrechos, vivían la Santa Misa al mejor estilo de las primeras comunidades cristianas. Gracias, Anita, gracias mamá, gracias Mónica Chiorrini, Sylvia Jeria, gracias Chela Ríos, Maruja de Gregorio, Anita Walton, gracias Rebequita Cifuentes, Luz Johnson, Elena Barros, Amanda Muñoz Marcela Jorquera, por sólo nombrar a las que la memoria me regala…

2. ¿ Por qué ellos ? ¿ Por qué contra ellos ?
Más allá de la anécdota, todo esto que parece tan simple y cotidiano nos lleva a esa pregunta sin respuesta: ¿por qué ellos? ¿por qué contra ellos? Los años han pasado desde ese fatídico 6 de octubre de 1975 en que atentaron en Roma contra sus vidas, y ninguna de las hipótesis que se dan para explicarlo me logra convencer. Creo humildemente que detrás de las respuestas políticas y sociales, hay una que brota del hondo sentido de fe de sus protagonistas que, tal como Jesús, vivieron el destierro y la pasión con un corazón entero en que estaba tallado la novedad del Evangelio. ¡ Fueron en verdad discípulos del Señor Jesús, su único Maestro !

Construir la historia con espíritu de servicio, vivir con la mano tendida, buscar el diálogo y el entendimiento, no desear mal al adversario y confiar incluso en medio de las grandes decepciones que sufrieron, termina siendo una manera de vivir extraña a ese mundo que aspira a la riqueza y se empodera para servirse a sí mismo, equivocando gravemente el camino de la vida. Anita y Bernardo no se equivocaron. Fueron fieles hasta el final. Y por eso, así como Jesús su maestro, fueron juzgados peligrosos para la Seguridad Nacional y para el futuro de la Patria.

Los hechores del crimen hicieron mal su trabajo: lo que pretendían eliminar del alma de Chile, silenciando el corazón de Bernardo y Anita, brilló de manera tal que fueron de los primeros en perdonar a sus agresores. Lo hicieron de todo corazón antes que las heridas del cuerpo lograran cicatrizarse. “Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen…”

Hoy invocamos su testimonio y también su intercesión, desde el cielo, para que nos ayuden al reencuentro vital de nuestra Patria, también de nuestra Iglesia herida; para que juntos labremos el futuro con gestos de confianza, de justicia con clemencia, dando espacio a la reconciliación y al perdón, que son los verbos más auténticos del Evangelio, los más difíciles de vivir, los que se vuelven fuente de vida y vida en plenitud.

3. El Señor los bendice. El Señor los bendiga.
Gracias Anita, muchas gracias. Ud. y Don Bernardo son mucho más que amigos entrañables y hermanos en la fe. En Uds., tomados de la mano con ternura y profundo respeto, en ese enamoramiento palpable que siempre se regalaron, nosotros vemos a los mejores hijos de la Patria, un icono que sigue alumbrando nuestros pasos.
¡ El Señor los bendiga, el Señor los bendice ¡! Descansa, Anita, en la paz de tu Señor.

P. Cristián Precht Bañados
Santiago, 21 de marzo de 2011.
Parroquia de Santa Elena

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Palabras de Aldo Cornejo Jefe de la bancada de la Democracia Cristiana, en la Cámara de Duiputados

“Anita Fresno fue una mujer de enorme coraje y valentía, acompañó a su marido en el exilio y ambos sufrieron el año 1975 un violento y horrible atentado en Roma que les dejó graves consecuencias. Sin embargo, su fuerza y mística siempre estuvieron presentes y la recordamos no sólo con cariño y afecto, sino con una enorme gratitud”, manifestó.

“Sin duda, el matrimonio Leighton Fresno no sólo volvió de la muerte, ambos reflejan el testimonio de entrega y convicción en los principios que sustenta la Democracia Cristiana. Lamentamos su fallecimiento, recordándolos a ambos con especial reconocimiento”